Aquella noche, volaban polillas cenicientas
y las estrellas lanzaban sus flechazos de plata
mientras navegaba en un mar de ensueños.
Remando por la estela de colores de tu iris
intuía una aventura homérica, aún así, remé.
El canto de sirenas en tus ojos
me sumergió de manera engañosa
en un mundo de poderes proféticos,
ahogó mi melancolía con tu lira de bardo
al momento de encallar mis labios en tu boca.
Inútil fue sellar con cera los oídos del corazón
y amarrarle al mástil de la sensatez,
pues al final, aquel cántico melodioso,
en seducción de encantos silenciosos,
me hizo creer ser Leucosia entre tus brazos.
Perdida en la profundidad inasible de tu mirada
me entrego a esta vehemente pasión
y dejo oscilar tus manos por mi espalda aterciopelada
haciendo brillar el sol en lo más hondo de mi ser,
allí, donde cada noche te quedas dormido
y te transformas en silencio de mi pecho.
© Lissette Flores López. Derechos Reservados.
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