Los gatos, por ejemplo

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(Evocando a Javier... y a mi utopía)

Dos de la madrugada. Afuera llueve y hace frío. No me hace falta cerrar los ojos para inventarte, alcanzo a ver tu reflejo argentado en la cortina que se mece por la brisa en la ventana. Te sonrío con la mirada húmeda, mas no me place conversar contigo, no esta noche, amor.

Dos cincuenta y tres. No llueve ya. Empero, el sonido de las gotas resbalando por las hojas del naranjo hace parecer que no ha cesado la lluvia. Me levanto y lazo mi cabello. Este insomnio me obliga pensar, y no me gusta, duele. Retomo la lectura del libro de Bejarano, pero pronto las letras empiezan a formar caligramas con su nombre, ese nombre que no logro borrar de mi mente, ese nombre que no es el tuyo, amor, y que ha venido a confundir mi vida, a sentir que la sangre quema fuego en mis venas, a creer que él sangra en mi pecho sin secarse... a imaginar que le quiero ¡Vaya ingenua!

Oculto el libro bajo la almohada y dispongo salir al balcón, necesito aire.

El aroma a tierra mojada y el canto de los grillos y cigarras me serenan de momento, pero luego brotan los pensamientos como lágrimas filosas rasgando mi ser. Hay muchas cosas que no entiendo, los gatos por ejemplo, por qué salir en horas como ésta a perderse entre las sombras; o por qué siempre que no quiero recordarle galopa su recuerdo sobre una luciérnaga atravesando, con todos sus silencios, la penumbra de mi anoréxico corazón. No entiendo cómo la utopía puede dosificar la locura en grandes cantidades convirtiéndome en su adicta, cuando en realidad no existe y tendría que ser más invisible que un neutrón. Sin embargo, no me explico por qué mi vida le llama con el clamor de la piedra a la esperanza.

De nuevo llovizna. Retorno a la cama y me doy cuenta que nunca había sido tan tarde a las tres cuarenta y cinco como hoy. Por suerte finaliza octubre (un mes más) y ha sido difícil no morir preservando este amor dolor hasta sus últimas cenizas.

¡Ay, ilusión nubada! Si tan sólo te fueras también como octubre, qué fácil sería agonizar.



© Lissette Flores López. Derechos Reservados.

Cuando acabe la noche

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Cuando acaben los días llenos de penumbra
y tú, noche, ya no vengas a oscilar velos húmedos en mi boca
incitando a llamarte con voz de dolor fermentado,
veré, quizá, un rayo de luz atravesar este cruel vacío.

Cuando en mi mente se pierda tu murmullo de estrella
y mis manos dejen de soñar con alcanzar tu latitud,
y mi cuerpo borre la ficción de tus besos de luna azul,
veré en ese rayo de luz a mi sino hacerse grillo en la aurora.

Cuando no escuche más tu rumor en mi acantilada soledad
y mis lágrimas apaguen el fuego de tu sombra líquida,
veré la luz atravesar un horizonte de cenizas,
sabré que la noche acabó,
porque la estación del olvido habrá iniciado.



© Lissette Flores López. Derechos Reservados.

Rapto sugerido

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"El rapto de Europa"
Escultura de Oscar Alvariño
Dime, vida, con qué extraña fuerza constituyes mis impulsos
volatizándolos al calor de tu mirada de sol nocturno.
Qué treta has empleado para que crea ser yo tu forma
en este atardecer de ausencias monótonas
donde mis silencios se habitúan al olor de tu penumbra.

No te siento, y apenas alcanzo a verte, pero siempre estás en mí.

Tu presencia abrasa mi voluntad con escozor de aurora,
me haces dudar si soy yo, o eres tú
quien toma posesión de una vaga promesa
de murmullos de piel muerta.

¿No intuyes que por ti me desangro en espinas de fuego
y que difícilmente respiro por la herida?
que en la levedad de tu soplo homicida me atenazo y aquilato
como hoja a la arboleda, huésped del frío y la bruma.

¿A qué esperas?
rapta mi esencia, aduéñate de este ingenuo corazón
que pende de los hilos de la nada
y que sólo adquiere lucidez en virtud de tu espíritu.

Aprésame en tu garbo
y aniquila la tolerancia de las estaciones,
calla el sonido angustiado de campanas
que sólo yo percibo al hollar un cielo sin ti.

¡Poséeme! recala mis sentidos
con el ritmo del goce que ignora la erosión de los cuerpos
pero que asume su muerte -cual bosque en otoño-,
y cuando lo hayas hecho, oh vida mía, entrégate para que pueda negarte
hasta que las ramas sean pensamientos y los pensamientos, raíces.


© Lissette Flores López. Derechos Reservados.

Esta noche si tú vienes

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Esta noche, si vienes
desnudaré tu alma beso a beso
hasta sentir que te derramas como lluvia
sobre los bordes de mi piel
apagando el fuego que inicio en mi vientre
-impaciente y arrecida-
con sólo pronunciar tu nombre.

Dibujaré el amor en tus fantasías
sin ocultarte mi pasión,
y de la mano te llevaré por ese camino de luz
donde termino yo y empiezas tú
para que habites tu morada,
porque eso soy cuando estás en mí.

Con tu boca alfarera dentro de la mía
beberé a sorbos el vapor de tus suspiros
y pasaremos de la furia entrelazada de lenguas
al jadeante mordisqueo de labios,
sin dar tregua al frenético gozo
de adormitar orgasmos entre las piernas.

Esta noche, desde la penumbra ardorosa del deseo
me escucharás con los ojos decir te amo
y en esta ausencia de voz,
sin más sonidos que el del amor que se levanta,
llenarás de vida todo cuanto veas con las manos,
serás brisa nocturna acampando en mis pechos,
y yo, cometa mecida por el vaivén de tu cuerpo.



© Lissette Flores López. Derechos Reservados.

Aquello en ti que nunca será mío

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Hay algo en ti que me inquieta,
sutil fragancia de bosque macerado,
algo que se ahonda en las venas
con éxtasis sereno y fluye en el alma
con la fuerza del agua soterrada
desbordando los caudales de mi mente.

Algo hay en ti que me ilumina y oscurece,
torna al verbo contradictorio, tierno y violento
cuando asoma al pensamiento tu palabra
y cual mosaico de luceros riela sobre mi tristeza
despejando de la noche su certeza, y de mi pecho
aquello que está más allá de todo goce.

Hay algo en ti que nunca será mío,
-corazón de límpida alborada-
bálsamo de luz que ni cede ni abandona,
mas está presente, como eterno gemido
que padece y canta astros de lejano brillo,
en esta sed de fulgor en que por ti anochezco.



© Lissette Flores López. Derechos Reservados.

Murmullos de mariposa

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Sólo en el jardín de tu palabra
puedo encontrar tantas flores
de colores armoniosos
que polinizan silvestres en mi suspiro
cuando al abrir tu boca pequeña,
la primavera, asume todas las estaciones.

Sólo entre tu abrazo de albor
el tiempo roba diez minutos al reloj
si cual muro a la hiedra,
al filo de tu pecho, me apresas,
y tus manos murmuran caricias de mariposa
recorriendo –despacio- la senda al sur.

Sólo en tu beso anochecido
vuela mi alma, alto y veloz
tras la melodía de tu lengua,
el cielo se vuelve tapiz de terciopelo en tu boca,
y tu voz bordea las provincias de mi mente
empapando las sombras de color.

Sólo con tu grácil presencia
dibujas quimeras en mi espalda,
y son tus alas de luz y algodón
el refugio donde busco amor,
para descubrirte, y encontrarme yo.



© Lissette Flores López. Derechos Reservados.
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