Involuntaria obsesión

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Lago de Atitlán, Sololá
Foto de MundoChapín

¿Qué obliga a esta obsesión
renacer involuntaria
cuando pronuncio su nombre,
y sus caricias intangibles
oscilan en mi cuerpo
estremeciéndome inconclusa?

No es el sigilo de esta fría noche
que aplaca voces azules
de astros lejanos
y de sombras sobre la tierra.
Ni la certeza de un agosto huidizo
que moldea distancias
en un temblor de labios
humedeciendo deseos dormidos.

Es, en sí, el destello de su mirada
- laguna de celeste melancolía-
que aviva en secreto quimeras
desde la memoria del corazón,
allí, donde yace la inocencia de este amor
que perturba la razón de mi vesania.


© Lissette Flores López. Derechos Reservados.

Después de tantos años

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Me aferro a las luces de un sol humedecido
que se consume lento, tan melancólico,
en esta tarde extinta de agosto,
en este agosto extinto de ti.
Sin embargo, sé que son tinieblas
a las que me aferro sin razón
para escuchar aquel sordo latido
resonar en el pecho
como gota de agua
dentro de un sepulcro frío.

Y es que contigo se durmió mi primavera
y se hizo eterna,
como tu risa
que es brisa de alborada sobre lirios
remontando las verapaces.
Eterna, como tu voz
que es eco en la selva y se oculta tras el margay
para no romper la melodía del misterio
que suena a quedo vals entre las alas de un ave
surcando una inmóvil pupila.

Aún después de los años
reptan tersas memorias
por las paredes ensombrecidas
de esta torre del recuerdo,
y los dragones cautivos en mi boca
se calcinan con las palabras
al pronunciar tu nombre.

Vuelven con el ocaso
tus besos de pétalos dormidos
y traen silencios envueltos en velos
de un tibio mustio;
son testimonio de algo vivo que fue,
y que ahora es ya tan irreal
como un unicornio azul,
o como el tiempo sollozando entre la niebla.

Mas asomará el día que vaya a ti, mi cielo,
-no puedo tardar mucho-
y caeremos en sumiso vuelo,
como caen las jacarandas en marzo,
hasta el centro de tu luz
para ser, a la postre, un sólo fulgor en el infinito
y habitar un bosque, una estrella,
o las barbas de Dios, da igual…
A tu vera, la nada será inmortal.



© Lissette Flores López. Derechos Reservados.

Cayendo lento

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Mi corazón es un velero que zozobra
en el océano negro de mis ideas
tras tu melodía de cristal;
precisa de tu luz para alcanzar la orilla.

Tan sólo el acorde de tus palabras en mi voz
le guía entre abismos que lloran silencios
y ecos que estallan suspiros en el pecho.

Eres es el puerto al que anhelo llegar,
el ancla que me mantiene a flote,
pero a la vez
me hunde, a medio latido,
en el sueño profano de tu boca.

No me conocen tus ojos
y sin embargo presiento ves cómo mi alma
cae lento ahogada en tu llovizna.

No te conozco, amor mío,
y te amo con la furia de mi mar,
desde la mudez de mis arenas
y la inquietud de mi solitaria playa.


Sé que al adivinar tu abrazo
mi corazón hallará el rumbo a casa.


© Lissette Flores López. Derechos Reservados.


 

Canción: Falling Slowly
Banda: The Frames
Letra y traducción Aquí
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