Habito un silente orbe que amenaza extinguirse, y es inevitable.
En esta tierra pululaba el amor y arrebatadores manantiales,
pero ya no hay agua que los haga fluir y saciar así la sed;
la claridad de aurora se arropa con la perenne penumbra de nostalgias.
Navegué años luz en busca de vida y me perdí en la órbita de tus ojos.
Había en tu mundo un vehemente paraíso que invitaba a trascender,
a beberse a borbotones hasta la última gota de tu savia libertadora,
a delimitar fronteras en las espesas llanuras de tus valles,
a instalar imperios en el recinto de tu pecho,
a entonar un himno nuevo en tus labios.
Mas ¡ay! maldito destino disfrazado de ruinoso ventarrón,
arremetió contra toda esperanza, dejándola árida y fosca,
revelándome que en ese ajeno mundo, el amor, es una hipótesis inconclusa,
un sueño que no alcanzó a volar y calló cayó sometido en el légamo del desdén.
Vago en mi silente orbe, es inevitable, se extingue -me extingo-
muero de sed entre las sombras frías de mi planeta
y aún siento correr por mi sangre tu recuerdo,
hálito celestial que una vez me dio vida, allá, al otro lado del Sol.
© Lissette Flores López. Derechos Reservados